De sobra es conocido que los niños son el futuro, y esto es una verdad para todos los aspectos de la vida. Incluso para las empresas, los niños de hoy serán los futuros compradores del mañana. Esto incluye a las tabacaleras, quienes a diferencia de otros productos, no pueden promocionarse directamente al público infantil, ni pedir a sus padres que compren por ellos.
Sin embargo, al parecer esto no fue un obstáculo para intentar llegar a este sector del mercado. Entre los años 1987 y 1997, otrora época en la que la publicidad de tabaco era habitual, Camel apareció representada en sus esfuerzos de comunicación por un camello (o un dromedario, para los tiquismiquis) antropomórfico que obviamente fumaba dicha marca, al que no le faltaban rasgos físicos y sociales de alto standing: exceptuando su cara de camello y piel peluda, era un tipo alto y musculoso, con dinero, que conducía descapotables, jugaba al billar, se relajaba en la playa, jugaba al póker... ya captan el mensaje.
Las alarmas saltaron en 1991, cuando una encuesta llevada a cabo en Estados Unidos reveló que niños de 5 y 6 años podían reconocer más fácilmente a Joe Camel que a Mickey Mouse o a Pedro Picapiedra. Tras esta revelación, se sucedieron las demandas a la compañía para que retirase la campaña, pero éstos se negaron y la continuaron. Un abogado de San Francisco alegó incluso que las ventas de cigarrillos Camel entre los adolescentes sumaban 6 millones de dólares en 1988, mientras que para 1992, ya alcanzaban los 476 millones de la misma moneda. Más adelante se descubrió que Camel tenía interés en las personas de entre 14 y 24 años, pues "suponen los compradores clave para, por lo menos, los próximos 25 años".
En 1997, y ante distintas presiones, Camel decidió cambiar "voluntariamente" a Joe Camel por un camello normal, cuadrúpedo, que es el que se usa hasta el día de hoy en aquellos países en los que se permite publicidad de estos productos.
Sin embargo, al parecer esto no fue un obstáculo para intentar llegar a este sector del mercado. Entre los años 1987 y 1997, otrora época en la que la publicidad de tabaco era habitual, Camel apareció representada en sus esfuerzos de comunicación por un camello (o un dromedario, para los tiquismiquis) antropomórfico que obviamente fumaba dicha marca, al que no le faltaban rasgos físicos y sociales de alto standing: exceptuando su cara de camello y piel peluda, era un tipo alto y musculoso, con dinero, que conducía descapotables, jugaba al billar, se relajaba en la playa, jugaba al póker... ya captan el mensaje.
Las alarmas saltaron en 1991, cuando una encuesta llevada a cabo en Estados Unidos reveló que niños de 5 y 6 años podían reconocer más fácilmente a Joe Camel que a Mickey Mouse o a Pedro Picapiedra. Tras esta revelación, se sucedieron las demandas a la compañía para que retirase la campaña, pero éstos se negaron y la continuaron. Un abogado de San Francisco alegó incluso que las ventas de cigarrillos Camel entre los adolescentes sumaban 6 millones de dólares en 1988, mientras que para 1992, ya alcanzaban los 476 millones de la misma moneda. Más adelante se descubrió que Camel tenía interés en las personas de entre 14 y 24 años, pues "suponen los compradores clave para, por lo menos, los próximos 25 años".
En 1997, y ante distintas presiones, Camel decidió cambiar "voluntariamente" a Joe Camel por un camello normal, cuadrúpedo, que es el que se usa hasta el día de hoy en aquellos países en los que se permite publicidad de estos productos.
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